La resiliencia es aprovechar las emociones difíciles para fortalecer la fe. Hoy hablaremos de la difícil emoción del miedo
El miedo es una emoción compleja que puede manifestarse de diversas formas y ser desencadenada por diferentes estímulos. Aquí hay siete tipos comunes de miedo.
- Miedo al fracaso: miedo a no cumplir con las expectativas o fracasar en una tarea.
- Miedo a lo desconocido: ansiedad por eventos o resultados futuros impredecibles.
- Miedo al cambio: ansiedad sobre lo que depara el futuro.
- Miedo al dolor: ansiedad por experimentar dolor o daño.
- Miedo a la pérdida: ansiedad por la posible pérdida de relaciones cercanas o posesiones materiales.
- Miedo social: miedo al rechazo, miedo al juicio, miedo a hablar en público
- Miedo existencial: miedo a la muerte, miedo a la falta de sentido. Este es el miedo supremo, la madre de todos los miedos.
La mala noticia es que todos experimentamos el miedo en algún momento de la vida. Nadie se escapa. Lo han tenido desde la persona más humilde hasta los reyes más poderosos. Hoy veremos el ejemplo de un rey que amaba a Dios y confiaba en Su providencia. Pero aun así, el rey Josafat tuvo miedo.
2 Crónicas 20:1 (NTV) Después de esto, los ejércitos de los moabitas y de los amonitas, y algunos meunitas le declararon la guerra a Josafat.
Esto representó tantos tipos de miedo para Josafat. En primer lugar, no quería fallarle a Judá ya que él era el rey (miedo al fracaso). Josafat sufrió de la emoción del miedo a pesar de que amaba a Dios y estaba comprometido con él.
2 Crónicas 17:6 (NTV) Estaba profundamente comprometido con los caminos del Señor. Quitó en todo Judá los santuarios paganos y los postes dedicados a la diosa Asera.
Fue uno de los pocos reyes buenos en la historia de Judá.
El resultado de la guerra es desconocido e impredecible así que Josafat tuvo miedo a lo desconocido. También, tuvo miedo al cambio. ¿Cómo cambiaría las cosas para la nación?
Josafat estaba liderando bien, trayendo reformas religiosas y judiciales. Estaba tratando de que el pueblo se volviera a Dios y guardaran sus mandamientos. Algo que los reyes anteriores a él no habían hecho, incluyendo su padre. Mas el si amaba a Dios y quería lo mejor para su pueblo.
2 Crónicas 17:7-9 (NTV) En el tercer año de su reinado, Josafat envió a sus funcionarios a enseñar en todas las ciudades de Judá. …. Llevaron copias del libro de la ley del Señor y recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando a la gente.
Nota: a veces esto sucede. Estás tratando de hacer lo mejor. La vida es buena. Luego llega el miedo y/o la ansiedad. Estas tratando de vivir para Dios y te llegan situaciones que te atemorizan. ¿Ataque espiritual? Posible.
Así le pasó a Josafat. Como ya vimos, era un rey amador de Dios y de su Palabra. Estaba guiando al pueblo por buen camino. Y de repente, le llegó esa amenaza de guerra. Esto lo tambaleo y lo hizo temer porque la guerra trae dolor y pérdida (miedo al dolor y a la pérdida). En el capítulo 18 vemos que por poco escapó a la muerte. Contrario a su aliado, el rey de Israel. El rey Acab no tuvo tanta suerte y murió. En definitiva, esta fue una amenaza existencial para Judá.
Retomaremos esta historia de nuevo, pero primero hablemos un poquito del miedo. Definamos el miedo para poder saber qué es y cómo sacarle ventaja.Recuerda, eso es lo que estamos haciendo con nuestras emociones. No se trata de esconderlas ni demonizarlas. Hay que evaluarlas y sacarles provecho.
Según la Real academia española:
Miedo (RAE): 1. m. Angustia por un riesgo o daño real o imaginario. 2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
Para ser más claros, El miedo es una emoción causada por la reacción del cerebro ante situaciones, no por las situaciones en sí. El miedo puede ser algo bueno, pero también puede volverse paralizante y dañino.
El miedo puede ser bueno porque puede protegernos de peligros reales. Uno no toca la estufa con la mano cuando está caliente porque sabe que nos quemamos.
El miedo también puede servir al mal. El miedo puede impedirnos confiar en Dios. El miedo al rechazo, por ejemplo, impide a algunos hablar de Cristo a otros. El miedo al fracaso es otro ejemplo de que el miedo sirve al mal. Este miedo impide que las personas que lo sufren sirvan en la iglesia.
Entonces, el miedo, al igual que muchas otras emociones puede construir o destruir tu fe. Y tú, ¿Tu miedo está construyendo o destruyendo tu fe?
Volvamos a la historia de Josafat. Recuerda, los ejércitos enemigos estaban avanzando.
2 Crónicas 20:3-4 (NTV) Josafat quedó aterrado con la noticia y le suplicó al Señor que lo guiara. También ordenó a todos en Judá que ayunaran. De modo que los habitantes de todas las ciudades de Judá fueron a Jerusalén para buscar la ayuda del Señor.
Mas él no se paralizó por el miedo ni tomó decisiones a la ligera motivado por el temor. Al contrario. El vino en busca de la guianza y ayuda de Dios. Josafat modeló un plan de tres pasos para superar el miedo: admitir que tienes miedo, acudir a Dios y comenzar un ayuno. Al final, el lugar del miedo se convirtió en un “valle de Bendición”.
Miremos el plan de tres partes para superar el miedo de Josafat:
- Admite que tienes miedo.
- Vuélvete a Dios.
- Comienza un ayuno.
2 Crónicas 20:12 (NTV) Oh Dios nuestro, ¿no los vas a detener? Somos impotentes ante este ejército poderoso que está a punto de atacarnos. No sabemos qué hacer, pero en ti buscamos ayuda».
Este es un contraste con dos ejemplos recientes para él sobre cómo aprovechar el miedo. El primer ejemplo negativo de cómo lidiar con el miedo lo vio de su aliado Acab. El rey Acab era el rey de Israel e ideó un plan para salir victorioso de una batalla.
2 Crónicas 18:29 (NTV) El rey de Israel dijo a Josafat: «Cuando entremos en la batalla, yo me disfrazaré para que nadie me reconozca, pero tú ponte tus vestiduras reales». Así que el rey de Israel se disfrazó, y ambos entraron en la batalla.
Acab confió en su propio plan. Fue contraproducente porque Dios protegió a Josafat. Una flecha al azar mató a Acab.
Otro ejemplo negativo de cómo tratar con el miedo fue el del propio padre de Josafat. Asa, su padre, fue el rey anterior de Judá. Él, contrario a su hijo, fue un rey malvado que no buscó a Dios ni su voluntad.
2 Crónicas 16:12-13 (NTV) En el año treinta y nueve de su reinado, Asa contrajo una enfermedad grave en los pies. A pesar de lo grave que era, no buscó la ayuda del Señor, sino que recurrió exclusivamente a sus médicos. Así que murió en el año cuarenta y uno de su reinado.
¿Ves el contraste? “No buscó la ayuda del Señor…” Ni su aliado Acab ni su padre buscaron a Dios sino que pusieron su confianza en otro lugar. Y mira el triste final de ambos: murieron. Josafat también murió porque es parte de la vida pero no por la guerra declarada a él ni por el miedo. Leamos cómo termina esta historia:
2 Crónicas 20:15 (NTV) Dijo: «¡Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Escuche, rey Josafat! Esto dice el Señor: “¡No tengan miedo! No se desalienten por este poderoso ejército, porque la batalla no es de ustedes, sino de Dios.
2 Crónicas 20:22 (NTV) Cuando comenzaron a cantar y a dar alabanzas, el Señor hizo que los ejércitos de Amón, de Moab y del monte Seir comenzaran a luchar entre sí.
2 Crónicas 20:26 (NTV) Al cuarto día se reunieron en el valle de la Bendición, el cual recibió ese nombre aquel día porque allí el pueblo alabó y agradeció al Señor. Aún se conoce como valle de la Bendición hasta el día de hoy.
¡Qué historia tan poderosa! ¡El miedo de Josafat terminó en gozo y bendición! Tanto que al valle donde estaban se le llamó el valle de la Bendición. Y eso es lo que Dios quiere para nosotros. Que le saquemos ventaja a nuestro miedo confiando en él para darnos la bendición.
Quiero que quede algo muy claro en nuestras mentes y corazones: El amor de Dios vence nuestros miedos. El deseo de Dios es rescatarnos, no castigarnos por nuestras imperfecciones. Agarrate fuerte del amor de Dios para que venzas todo temor en tu vida como hizo Josafat.
1 Juan 4:18 En esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios.