En esta serie, hemos aprendido sobre el corazón generoso de Dios hacia quienes quebrantan y guardan las reglas por igual. En esta lección final, seremos prácticos para aquellos que tienen un pródigo en sus vidas y no están seguros de qué hacer. ¿Quién es esa persona para ti? Tal vez sea un hijo, un amigo, incluso un cónyuge que se ha alejado de Dios y aún no ha regresado.
¿Cómo ayudas a esa persona? Te has enfrentado a ellos. Les has dicho la verdad, pero todavía están perdidos. Hoy podría ser un buen momento para evaluar tu enfoque, considerando cinco consejos sobre cómo amar al pródigo en tu vida.
Consejo #1: Sé honesto acerca de tu propio quebrantamiento.
Jesús enseñó en Lucas 6:41-42 que antes de ofrecer corrección a otra persona, debemos mirarnos a nosotros mismos: “¿Por qué te preocupas por la paja en el ojo de tu amigo cuando tienes una viga en el tuyo?” No está diciendo que nunca debamos decirle la verdad a un pródigo, pero cuando lo hacemos, primero debemos reconocer nuestra propia debilidad y pecado.
Algunos de nosotros realmente no reconocemos nuestro quebrantamiento. Como el hermano mayor en la parábola (Lucas 15:29-30), asumimos que el pródigo es el único pecador real en nuestra familia o grupo de amigos. Esa actitud puede entenderse como inaccesible o que te crees más santo de los demás. Sin embargo, cuando reconocemos nuestra propia pecaminosidad, nuestra humildad puede abrir el corazón de una persona para escuchar el mensaje.
Cuando somos honestos acerca de nuestro quebrantamiento, en realidad estamos modelando el evangelio. El mensaje de las buenas noticias de Dios no es estar a Su altura . Se trata de personas quebrantadas (como nosotros) que necesitan a Jesús, no solo al comienzo de la vida cristiana, sino todos los días.
Consejo #2: Se el que absorba la ofensa.
Ten en cuenta un ciclo poco saludable en el que podemos caer con un pródigo. Cuando ellos pecan, nos frustramos y les caemos con toda la vara del juicio. Como resultado, quieren rebelarse aún más. Nosotros, a su vez, nos volvemos aún más implacables y críticos.
Alguien tiene que romper el ciclo. Romanos 15:1-2 dice que la obligación de los que son espiritualmente más fuertes es soportar o llevar las fallas de aquellos que son débiles en la fe. El mayor ejemplo de esto es el mismo Jesús. Él tomó o sea absorbió la ofensa de nuestros pecados por nosotros, aunque no lo merecíamos. En la práctica, esto podría significar reaccionar con paciencia y gentileza a las ofensas de tu pródigo. Por ejemplo, a veces es mejor no señalar un problema, especialmente si es algo que has mencionado con frecuencia anteriormente.
A medida que se rompe el ciclo poco saludable, se crea un entorno en tu hogar o grupo de amigos al que el hijo pródigo querrá volver. En la parábola, cuando el hijo estaba en su punto más bajo, pensaba favorablemente en su padre y en su hogar (Lucas 15:17-19). Si el pródigo en tu vida es un miembro de la familia, ¿es tu hogar un lugar al que querría regresar algún día? ¿Es un ambiente lleno de gracia y amor? Como vimos en Lucas 15:7, la cultura del cielo es regocijarse cuando se encuentra a una persona perdida. ¿Cuál es la cultura en tu hogar: juicio o alegría?
Consejo #3. En tu extravagancia, no permitas el pecado.
Esto plantea una pregunta desafiante: si absorbemos y dejamos pasar por alto una ofensa, ¿estamos permitiendo el pecado? Gálatas 6:1-2 nos llama a buscar activamente restaurar a alguien que está vencido por algún pecado. ¿Cómo confrontamos el pecado siendo pacientes con él? A veces podemos presionar demasiado. En otras ocasiones no presionamos lo suficiente.
Se podría argumentar que en la parábola, el padre del pródigo permitió el pecado de su hijo al darle su herencia antes de tiempo. Eso le dio al joven los medios para seguir una vida alocada (Lucas 15:13). Pero el hijo se alejó de la influencia de su padre. Cuando tenemos una relación continua con un pródigo, ¿hasta dónde llega la tolerancia antes de que se vuelva permisible (o sea que le permites hacer lo que quiere)? No hay una respuesta sencilla. Debes resolverlo hablando con tu cónyuge, amigos cristiaos, un pastor o un mentor. Solo recuerda que tu pródigo es en última instancia responsable de sus propias elecciones, lo que lleva al siguiente punto.
Consejo #4. Deja de tratar de controlar todos los resultados.
Jesús ofrece una gran sabiduría para cada situación de ansiedad en nuestras vidas: “Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy” (Mateo 6:34). Su punto es que Dios tiene el control; no nosotros.
Esta actitud se refleja en la famosa “Oración de la Serenidad”: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el coraje para cambiar las cosas que puedo y la sabiduría para reconocer la diferencia”. Al final, no podemos cambiar o controlar a los pródigos en nuestras vidas. Deben tomar sus propias decisiones.
Seamos honestos: a veces la forma en que expresamos desaprobación a nuestros pródigos es realmente sólo un intento de controlarlos. Aunque ya saben cual es nuestra postura, sentimos la necesidad de expresar nuestro descontento una y otra vez. ¿Por qué? Sospecho que muchos de nosotros usamos la desaprobación para aplicar presión para que se sometan. Sin embargo, cualquiera que sea el enfoque que puedas usar para controlar a los pródigos que nos rodean, recuerda que incluso Dios el Padre no toma nuestras decisiones por nosotros. Él no nos obliga a buscarlo. Entonces, en lugar de preocuparnos y tratar de controlar a alguien sigue el siguiente y último consejo:
Consejo #5. Ora para que Dios haga lo que sea necesario.
En Juan 16:7-8, Jesús explicó que cuando partiera hacia el cielo, enviaría el Espíritu Santo: “cuando él venga, convencerá al mundo de pecado y de la justicia de Dios y del juicio que viene.”. Este es un gran recordatorio para aquellos de nosotros que amamos a los pródigos. Solo el Espíritu Santo puede traerlos a sus sentidos (Lucas 15:17). No podemos convencer a nadie de pecado. Cuando lo intentas, nunca funciona porque no es tu trabajo. Sólo el Espíritu Santo puede cambiar el corazón de cualquiera.
Por eso nuestro recurso es orar. En Juan 16, incluso Jesús dio paso al Espíritu Santo. Se fue para que el Espíritu pudiera hacer lo que hace. ¿Cuánto más se aplica eso a las mamás, los papás, los mentores y los amigos que se sienten tentados a hacer el trabajo del Espíritu en la vida de un pródigo? Debes estar dispuesto a dejar espacio para que el Espíritu Santo haga su parte.
Mientras oras por tu pródigo, ten presente Filipenses 1:6:
Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.
Hay esperanza para todo pródigo. Hacemos nuestra parte al tener la actitud correcta mientras interactuamos sabiamente con ellos. Entonces confiamos en que Dios hará lo que solo él puede hacer para traer al pródigo a casa.