Algunas personas no pueden mirar hacia arriba hasta que tocan fondo. Eso es lo que le sucedió a Jonás, el profeta reacio del antiguo Israel. Dios lo había llamado a predicar a la ciudad enemiga de Nínive, pero corrió en la dirección opuesta. Atrapado en una tormenta que él mismo creó, fue arrojado por la borda al mar embravecido. Fue entonces cuando fue tragado por un gran pez.
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Jonás pasó tres días y tres noches en el vientre de ese pez, una metáfora perfecta para tocar fondo en la vida. Fue allí donde Jonás pudo reflexionar sobre sus decisiones. Su oración está registrada para nosotros en el capítulo 2 de Jonás, y es un ejemplo de cómo debemos orar cuando nuestras elecciones o malas decisiones nos dejan en un lugar oscuro. Vamos a dividirlo en tres pasos.
Paso 1: Admitir
El primer paso es admitir el problema o la aflicción en la que estás. Esto puede parecer obvio, pero es una solución clásica para los mal portados de todas las generaciones. Incluso Los doce pasos de los Alcohólicos Anónimos comienzan con una admisión: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”.
No está claro por qué Jonás de repente se sinceró sobre su situación. Tal vez fue el sentimiento persistente de culpa que sigue a la desobediencia. Quizás fue el pánico que viene con una experiencia cercana a la muerte. Talvez, Jonás simplemente era claustrofóbico. Cualquiera que sea el caso, en ese momento él oró:
Jonás 2:2-6 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el interior del pez y dijo: «En mi gran aflicción clamé al Señor… Desde la tierra de los muertos te llamé, … »Me hundí bajo las olas… Me hundí hasta las raíces de las montañas….
Jonás hizo un inventario y reconoció que había tocado fondo. Estaba en un lugar solo y obscuro. Fue específico y hasta escribió al respecto. Había terminado con la negación, y ese fue el comienzo de su victoria. Pero Jonás no solo admitió los hechos de su situación; también reconoció la parte que Dios jugaba en toda la historia:
Jonás 2:1-6 3 Me arrojaste a las profundidades del mar… tus salvajes y tempestuosas olas me cubrieron. 4 Entonces dije: “Oh Señor, me has expulsado de tu presencia;
Jonás sabía que la tormenta era el catalizador de la mano de disciplina de Dios. Y en lugar de criticar a Dios por ello, simplemente lo reconoció. Sabía que Dios lo estaba tratando como a un hijo, y se merecía lo que le esperaba.
Proverbios 3:11-12 (NTV) Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor ni te enojes cuando te corrige. Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite.
A veces Dios no tiene más remedio que disciplinarnos. Nunca es divertido, pero siempre es para nuestro bien. Para algunas personas, tocar fondo es el único lugar de donde mirarán hacia arriba y admitirán el problema en el que se encuentran.
Paso 2: Afirmar
El segundo paso en nuestra oración profunda es afirmar quién es Dios, y que Él puede salvar. Los doce pasos lo dicen así: “Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos la cordura”. Para un cristiano ese “Poder” tiene un nombre – el Señor. Jonás también lo sabía:
Jonás 2:2,6 «En mi gran aflicción clamé al Señor y él me respondió. Desde la tierra de los muertos te llamé, ¡y tú, Señor, me escuchaste!… Me hundí hasta las raíces de las montañas. Me quedé preso en la tierra, cuyas puertas se cierran para siempre. Pero tú, oh Señor mi Dios, ¡me arrebataste de las garras de la muerte!
Jonás afirma tres cosas acerca de Dios en su oración: “me respondió”, “me escuchaste” y “me arrebataste de las garras de la muerte”. El “gran problema” de Jonás hizo que corriera hacia Dios en lugar de huir de él.
Mira cuidadosamente Jonás 2 y esto es lo que encontrarás: Jonás nunca menciona el pez en su oración. En cambio, menciona “Seol”, el lugar hebreo de los muertos. Seguramente Jonás esperaba ahogarse cuando lo arrojaron por la borda al mar embravecido. Se hundió y luego todo se volvió negro. Su situación era desesperada. Es probable que Jonás no se diera cuenta de que un pez se lo tragó milagrosamente, ¡y lo mantuvo con vida!
Aquí está el punto: no siempre somos conscientes del plan de rescate de Dios, incluso cuando estamos justo en medio de él. Para Jonás, el pez fue la provisión de Dios, no su castigo. Era el medio por el cual Dios finalmente llevaría a Jonás a salvo a la orilla.
Paso 3: Alinear
El paso final que nos modela Jonás es alinearnos con el plan de Dios. Recuerda: Jonás se metió en este lío debido a su desalineación al comienzo de la historia. Rechazó el llamado de Dios a su vida y corrió en la dirección opuesta. Ahora, al tocar fondo, finalmente toma la decisión correcta:
Jonás 2:7-9 Cuando la vida se me escapaba, recordé al Señor. Elevé mi oración sincera hacia ti en tu santo templo. 8 Los que rinden culto a dioses falsos le dan la espalda a todas las misericordias de Dios. 9 Pero yo te ofreceré sacrificios con cantos de alabanza, y cumpliré todas mis promesas. Pues mi salvación viene solo del Señor».
En el vientre del pez, Jonás finalmente promete probar las cosas a la manera de Dios. Ha visto la salvación de Dios y su propia pecaminosidad, e irá a Nínive después de todo. Ahora es el reflejo de otro profeta:
Isaías 6:5-8 (NTV) Entonces dije: «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros; sin embargo, he visto al Rey, el Señor de los Ejércitos Celestiales». Entonces uno de los serafines voló hacia mí con un carbón encendido que había tomado del altar con unas tenazas. Con él tocó mis labios y dijo: «¿Ves? Este carbón te ha tocado los labios. Ahora tu culpa ha sido quitada, y tus pecados perdonados». Después oí que el Señor preguntaba: «¿A quién enviaré como mensajero a este pueblo? ¿Quién irá por nosotros?». —Aquí estoy yo—le dije—. Envíame a mí.
Un encuentro genuino con el Dios de la Biblia tiene una manera de cambiar nuestros planes. No es solo que Dios sea asombroso y temible, aunque eso es bastante cierto. La verdadera epifanía tanto para Jonás como para Isaías es que Dios es misericordioso y digno de ser amado, porque está dispuesto a librarnos de nuestros pecados.
El tercer paso de AA articula lo que Jonás hizo en ese pez hace miles de años: “Tomamos la decisión de entregar nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios tal como le entendíamos”. Jonás se alineó con Dios porque finalmente estaba comenzando a entenderlo. Él es un Dios que se preocupa por todos, incluso por los profetas que se resisten a obedecer.
¿Has tocado fondo en tu vida? Admite el problema en el que te encuentras. Afirma que solo Dios tiene el poder para salvarte. Y alinéate con sus planes, y deja de correr en la dirección opuesta.