Hasta ahora hemos pintado una imagen bastante optimista de las cosas. Dios quiere tener una relación con nosotros, la Biblia es una fuente confiable para aprender sobre esa relación, y cada ser humano tiene un valor intrínseco como portador de la imagen de Dios. Entonces ¿cuál es el problema? ¿Por qué tanta gente se siente alejada de Dios y por qué el mundo está tan roto? La respuesta bíblica a esta pregunta usa una palabra eclesiástica: pecado. Comencemos con una definición y luego veremos dónde comenzó todo.
El pecado es seguir tu propio camino, confiar y actuar según tus propias opiniones y sentimientos en lugar de la verdad de Dios.
El primer libro de la Biblia ilustra esta definición en la historia de Adán y Eva, los dos primeros seres humanos. Dios los creó y los colocó en el Jardín del Edén, dándoles generosamente todos los árboles para comer, excepto el árbol en el medio del jardín. El árbol “del conocimiento del bien y del mal” estaba prohibido. Allí es donde retomamos la historia:
Génesis 3:1-6 (NTV) La serpiente era el más astuto de todos los animales salvajes que el Señor Dios había hecho. Cierto día le preguntó a la mujer: —¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto?
—Claro que podemos comer del fruto de los árboles del huerto—contestó la mujer—. Es solo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: “No deben comerlo, ni siquiera tocarlo; si lo hacen, morirán”.
—¡No morirán!—respondió la serpiente a la mujer—. Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal.
La mujer quedó convencida. Vio que el árbol era hermoso y su fruto parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le daría. Así que tomó del fruto y lo comió. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió.
Hay mucho que desempacar aquí, así que trataremos de mantenernos enfocados. En primer lugar, recuerda del último capítulo, Dios le dio libertad a Adán y Eva: eran libres de elegir y había mucho para elegir. Segundo, presta atención a la manipulación de la serpiente: ¡trató de hacer que Dios pareciera tacaño y controlador! Y finalmente, toma nota de que la serpiente terminó con una mentira total, y así la mujer quedó convencida. Le dio la espalda al Creador y en su lugar confió en la criatura.
Pero no fue del todo culpa de la serpiente. Al final del día, Eva estaba confiando en sus propias opiniones y sentimientos por encima de la verdad de Dios. Ella actuó en su “verdad” y siguió su propio camino, y el pecado entró en el mundo. Y ha estado tentando a la gente a que se aleje de Dios desde entonces.
El pecado trae quebrantamiento en todos los sentidos, impidiéndonos experimentar la plenitud de vida que Dios quiere para nosotros. Nadie es tan malo como podría ser, pero el pecado infecta cada parte de nosotros.
Ahora que tenemos un poco más de contexto, revisemos las palabras de Jesús en Juan 10:10:
Juan 10:10 El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.
La serpiente es el ladrón, tratando de robar, matar y destruir desde el primer día. Dios siempre ha querido algo mejor para nosotros, por eso nos pone límites en primer lugar. Adán y Eva habrían disfrutado de todos los demás frutos del Jardín, pero no pudieron evitarlo. Se sintieron atraídos por el fruto prohibido. Y eso estropeó la imagen de Dios en ellos.
Debido al pecado, no podemos guardar el Mayor Mandamiento. En lugar de amar a Dios primero y a los demás como a nosotros mismos, le damos la vuelta a la imagen. Nos ponemos a nosotros mismos en primer lugar, nuestras opiniones y sentimientos, y eso deja en segundo lugar a las personas que nos rodean. Dios es un tercero distante si es que a caso lo colocas en un lugar en absoluto. Este desorden fundamental de nuestras vidas tiene un efecto dominó, causando quebrantamiento en todos los sentidos: espiritual, relacional y emocional. La Biblia explica lo que sucede en Gálatas 5:19-21:
Gálatas 5:19-21 Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios.
Esta lista es solo una muestra de las consecuencias del pecado. ¡La Biblia no ofrece una lista completa, porque esa lista estaría desactualizada antes de que se publicara! Este versículo en Romanos lo aclara:
Romanos 1:30 (NTV) Son traidores, insolentes, arrogantes, fanfarrones y gente que odia a Dios. Inventan nuevas formas de pecar y desobedecen a sus padres.
Piensa en nuestra naturaleza pecaminosa como un vaso de limonada. Una gota de veneno es suficiente para contaminar todo el vaso. El pecado es ese veneno, e infecta todo lo que toca: nuestro pensamiento, nuestras relaciones, nuestra salud física, nuestras finanzas, etc.
Todos nacemos en pecado y, por lo tanto, no siempre podemos confiar en nuestros instintos naturales. Jesús dijo que todos debemos “nacer de nuevo”.
Juan 3:3 Jesús le respondió: —Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo, no puedes ver el reino de Dios.
Al nacer, hay algo mal con todos nosotros. Todos debemos nacer de nuevo. Nacemos con el pecado original. Entonces, ¿cómo solucionas tu problema del pecado? Encontraremos la respuesta en el siguiente tema.