El autor del libro Los 7 pecados capitales, Graham Tomlin escribe que
“De todos los pecados, la envidia es diferente. Es diferente porque es el único pecado de la lista que no da placer en absoluto. De principio a fin, la envidia no es nada divertida. Es el más miserable de los hábitos.”
Esto es verdad, porque cuando uno es envidioso no es feliz con lo que tiene, sea poco o mucho, porque siempre está deseando lo que otros tienen. Según el diccionario en línea, la envidia es un “sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otro posee.” Pero la definición bíblica lo lleva un paso más allá y la define como “un sentimiento de descontento o resentimiento hacia Dios debido a las posesiones, cualidades o suerte de otra persona.” Nunca viviremos una vida plena y satisfecha como la que Jesús nos vino a traer. Cuando nos dejamos llevar por la envidia siempre estamos viendo lo que tienen los demás y esto no nos deja ver nuestras propias bendiciones. Lo peor es que a veces nos enojamos con Dios porque creemos que a nosotros no nos bendice o no nos ha dado la habilidad que tiene fulano o mengano para triunfar en la vida.
Entonces, al tener el mal hábito de la envidia cometemos doble pecado porque usualmente la envidia va acompañada del enojo. Así que si sufres del pecado de la envidia, aquí te damos tres pasos para vencer la envidia:
El primer paso para tratar con la envidia es volverse al mismo Dios que parece habernos tratado tan mal. En lugar de sustituir la envidia por la ira, sé honesto sobre lo que sientes.
Acordémonos como le fue a Caín cuando él y su hermano le trajeron una ofrenda, cada uno, a Dios. Génesis 4:3-5 nos dice que Caín trajo una ofrenda de sus cultivos, pero que Abel trajo lo mejor de sus rebaños. Por lo tanto Dios aceptó la ofrenda de Abel y no la de Caín. Esto no le pareció a Caín y se enojó muchísimo. Entonces, mira lo que le dice Dios: “¿Por qué estás tan enojado?—preguntó el Señor a Caín—. ¿Por qué te ves tan decaído? Serás aceptado si haces lo correcto, pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo” Génesis 4:6-7.
En lugar de aceptar que estaba celoso y sentía envidia contra su hermano Abel, En lugar de arrepentirse y llegar con Dios y pedirle perdón y hacer lo correcto, Caín se enojó. Lo que es más, no escuchó la advertencia de Dios de que el pecado está a la puerta para dominarlo si él no lo controlaba. O sea si no controlaba el pecado de la envidia y el pecado del enojo. Lastimosamente, el pecado lo controló y terminó matando a su propio hermano. Pero tu no cometas el mismo error, Cuando sientas que estás siendo atacado por el pecado de la envidia, ven a Dios. Pídele perdón por lo que sientes y no dejes que ese sentimiento se convierta en enojo. Pídele a Dios que con la fuerza del Espíritu Santo te ayude a tener dominio propio para controlar ese sentimiento dañino.
El segundo paso es aprender a admirar los dones de Dios en los demás, sin compararlos con los nuestros.
Recuerda que los regalos o dones de Dios no son posesiones. No los puedes comprar ni vender. Es algo que Dios nos da en su gran misericordia. Y nunca te compares con otros. Todos los dones son importantes dentro del cuerpo del Señor. Ningún don es más que otro. Pablo escribe lo siguiente en 1 Corintios 12:29-31: “¿Acaso somos todos apóstoles? ¿Somos todos profetas? ¿Somos todos maestros? ¿Tenemos todos el poder de hacer milagros?.. ¡Por supuesto que no! Por lo tanto, ustedes deberían desear encarecidamente los dones que son de más ayuda. …”
Nota que no dice de más rango o de mayor prestigio. Dice “los dones que son de más ayuda.” O sea que tu meta debe ser anhelar tener dones para servir en la iglesia, en tu hogar o en tu comunidad. Deberíamos desear los dones de servicio a los demás y no lo que nos haga sentir mejores que otros. Sirviendo a los demás llegará a poner a la envidia en su lugar. Da gracias a Dios por los dones de otros. Aprende a admirar a los demás por lo que Dios les ha dado. Elogiados por el uso que hacen de sus dones. Calla a la envidia admirando lo que Dios les ha regalado porque son todos para la gloria de Dios..No te compares con nadie porque Dios te hizo único. Y te ha equipado con lo que tu necesitas para la obra que Él te ha llamado. A veces estamos tan enfocados en lo que los demás tienen que no desarrollamos lo que Dios nos ha dado a nosotros.
El tercer paso es cuestionar el sistema de valores que dice que debemos envidiar a los ricos, famosos y hermosos. Dios mira el corazón, no la apariencia externa.
Deja de vivir en un mundo de fantasía donde quieres copiar a los ricos, bellos y famosos. El amor importa más que la fama. El reino de Dios tiene una perspectiva al revés, o sea lo contrario al punto de vista del mundo, No valemos por lo que material que tenemos si no por lo que somos y por el valor que Dios nos ha dado. No valemos por aparecer en revistas o por cuantos likes nos dan en las redes sociales. Preocúpate porque Dios te conozca de cerca y tu nombre esté escrito en el libro de la vida. Ni mucho menos te valores por la belleza fisica porque esta se acaba y lo único que queda es tu esencia. Lo que llevas dentro. Incluso Jesús, que es Dios, dice Isaias no era algo bello de mirar: “ … No había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto, nada que nos atrajera hacia él. Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó” Isaías 53:2-3.
¡Imaginate esto! Jesus, el mismo Dios en carne, el Principe de Paz fue despreciado y rechazado por no tener un rostro bello. Y es que el mundo califica la belleza no en los estándares que importan si no en cosas que no valen de verdad.
Por eso debes elegir lo que no se considera bello por la corriente de afuera. Elige las cosas débiles y las despreciadas por este mundo como lo dice Pablo en 1 Corintios 1:26-27: “Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos del mundo o poderosos o ricos cuando Dios los llamó. En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo para avergonzar a los que se creen sabios. Y escogió cosas que no tienen poder para avergonzar a los poderosos.” Pero no solo eso, sino que sigue diciendo en los v.28 y 29: “Dios escogió lo despreciado por el mundo—lo que se considera como nada—y lo usó para convertir en nada lo que el mundo considera importante. Como resultado, nadie puede jamás jactarse en presencia de Dios.
¡Qué alentador! No necesitamos envidiar a nadie si tenemos lo que realmente importa: Jesucristo. Todo lo que se considera bello, famoso o rico es nada delante de Dios. Nosotros valemos porque hemos sido comprados a un muy alto precio que fue la vida de Jesucristo en la cruz. Tu y yo no tenemos precio. Así que dejaremos de envidiar lo que el mundo considera de valor. Date cuenta que con Dios lo tienes todo porque tienes a Jesus dentro de ti. Tienes la vida eterna, algo que muchos de los ricos, bellos y famosos no tienen.