¿Qué es la ira? Según el diccionario en línea, “la ira es un sentimiento de enfado o molestia muy grande y violento. Es el sentimiento que hace que alguien quiera herir a otras personas, gritar, etc.” La parte violenta y el querer hacerle daño a otros es lo que hace d la ira un pecado. La ira va más allá del enojo. Enojarse es normal, siempre y cuando no se pase de la línea, llegando a los gritos, palabrotas y hasta los golpes. A veces, la ira se convierte en un sentimiento sustituto. O sea que toma el lugar de otro sentimiento en nuestra vida.
Para muchas personas, la ira es una emoción sustituta que usan para enmascarar sentimientos más profundos que les cuesta expresar.
Un ejemplo sencillo es lo que pasa con algunas personas cuando tienen hambre. Si tienen hambre, y no comen rápido, llega un momento en que se enojan, pero se enojan mucho. Aquí es donde entra en juego la ira. En vez de reconocer que esta hambrienta, la persona usa la ira para tapar la razón verdadera por estar molesta. Otros usan la ira para encubrir el hecho de que tienen miedo, o vergüenza por un error, o para tapar que están celosos, etc. Y es que muchas personas tienen problemas con expresar sus sentimientos verdaderos. Pero esto es un problema.
Sustituir la ira es un camino falso hacia el control, que te hace sentir poderoso en lugar de vulnerable.
El usar la ira en lugar de expresar con sinceridad lo que estamos sintiendo nos da un sentido falso de control. Pensamos que si no expresamos nuestros sentimientos nos hace fuertes y no demostramos debilidad ni vulnerabilidad. Creemos que estamos en control de la situación. Pero esto está lejos de la verdad. Tenemos el ejemplo de Caín y Abel. Ambos hermanos presentaron una ofrenda ante Dios. Caín trajo algunos de los frutos de su cultivo mientras que Abel trajo lo mejor de su rebaño. La Biblia dice que Dios vio con mejor agrado la ofrenda de Abel. Me imagino que Caín se sintió rechazado y en vez de reconocer que sus acciones fueron las causantes del rechazo y pedirle perdón a Dios, se enojó muchísimo. Uso el enojo para cubrir sus sentimientos verdaderos. Y esta ira le abrió una puerta al pecado. Miremos que le dijo Dios a Caín: “¿Por qué estás tan enojado?—preguntó el Señor a Caín—. ¿Por qué te ves tan decaído? Serás aceptado si haces lo correcto, pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo” Génesis 4:6-7.
Y si. Cain se enojo tanto contra su hermano, que de la ira paso a los celos y de los celos al asesinato. Tristemente, Can termino matando a su propio hermano. Esto muestra que en realidad nunca tuvo control de sus sentimientos.
Substituir la ira en realidad causa una pérdida de control, emocional, relacional e incluso espiritual.
Lamentablemente cuando el enojo se convierte en ira perdemos el control en todos los sentidos posibles. La ira llega a cargarnos de una manera que a veces actuamos violentamente. La ira jamás produce la justicia que Dios desea, sino forzamos nuestra justicia que usualmente es la venganza. Una vez más, el sentimiento de enojo no es un pecado; es nuestra respuesta a esta emoción lo que determina si es buena o mala. Es horrible vivir con una persona enojona o iracunda. Cuando los esposos usan el enojo para cubrir otra clase de sentimientos sus hogares se convierten en un infierno. La esposa y/o los hijos se sienten intimidados. La esposa deja de expresar sus emociones. El esposo, en este caso, nunca obtiene soluciones reales. Solo está tapando los problemas y termina viéndose como una persona débil no fuerte. Se convierte en un cobarde, especialmente si su enojo escala a los golpes.
Santiago 1:19-20 habla de que: “todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse…porque sino, el enojo no controlado, “El enojo humano no produce la rectitud que Dios desea.” Y la Biblia afirma en 1 juan 3:10 que “Todo el que no se conduce con rectitud y no ama a los creyentes no pertenece a Dios.” No podemos llamarnos cristianos o hijos de Dios si no actuamos con rectitud. Por eso no debemos dejar que el enojo nos controle. Cuando nos enojamos caminamos en la orilla de un precipicio, que nos puede llevar a nuestra muerte o la de otros. Y no solo muerte física como el ejemplo de Caín que mató a su hermano. Ni emocional como con el ejemplo del esposo y su familia intimidada. Tampoco solo relacional porque llegamos a perder compañeros de trabajo, amistades y hasta familias porque nadie quiere o puede estar alrededor de alguien que los maltrata con palabras o a golpes. Sino que espiritualmente como leímos en 1 Juan. ¡Si tenemos una actitud de ira y no amamos dejamos de pertenecer a Dios!
El antídoto contra el enojo es ser vulnerable y practicar el silencio (no solo guardar silencio), tal como lo hizo Jesús.
Cuando decimos que tenemos que ser vulnerables no estamos diciendo que somos débiles. Ser vulnerable es tomar la decisión a enfrentar tus temores al rechazo y exponerte a que tal vez si te hieran pero te darás la oportunidad a amar, a decir lo que sientes y no a encerrarte en ti mismo y volverte un amargado que todo el tiempo responde con la ira: gritando, ofendiendo o golpeando. Pero esta es una decisión. Tu tienes que decidir cómo responder al sentimiento de ira. Y la mejor respuesta es el silencio. Jesus fue el máximo ejemplo de esto. El ”fue oprimido y tratado con crueldad; sin embargo, no dijo ni una sola palabra. Como cordero fue llevado al matadero. Y como oveja en silencio ante sus trasquiladores, no abrió su boca.” Isaías 53:7. Esa es la mejor reacción al enojo. No abrir la boca porque cuando estamos enojados no pensamos en lo que decimos. Recordemos que las palabras no se las lleva el viento como dice el dicho. No. Estas hieren y mucho más cuando son dichas por un ser querido. El libro de los Salmos (Salmos 4:4) nos aconseja lo siguiente: “No pequen al dejar que el enojo los controle; reflexionen durante la noche y quédense en silencio.” Esto es muy parecido a lo que dice Pablo en Efesios 4:26-27: “Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, porque el enojo da lugar al diablo.
Y si que le da lugar al diablo. ¿Cuántas madres han lastimado a sus hijos en un momento de ira? ?Cuantos no han ido a parar a la carcel por cometer un asesinato cegados por la ira? Por eso, antes de contestar y dejar que las cosas escalen, pausemos, guardemos silencio y reflexionemos. Pensemos en las consecuencias de nuestras acciones o palabras antes de actuar guiados por el enojo. Hagamos del silencio una disciplina en nuestras vidas. Escuchemos pero no contestemos si antes meditar en lo que diremos, especialmente si es un tema que nos molesta.
La ira, aunque muchos no lo queramos aceptar, es un pecado mortal. Es un pecado que destruye no solo a los demás sino a nosotros mismos. Es un pecado que nos aleja de nuestros amigos, familia y hasta de Dios. Aprendamos a reconocerlo y dominarlo guardando silencio. Medita en la siguiente cita del libro Los 7 pecados capitales de Graham Tomlin cuando empieces a trabajar en tu carácter. “Como la mayoría de los pecados, la ira toma algo bueno – un odio verdadero por el mal y la injusticia, y lo convierte en algo destructivo: tomar la ley en nuestras propias manos y mantener una campaña larga y ardiente de venganza.”