Esta es la lección 7 y última de la serie “Los 7 pecados capitales.” Hemos dicho que estos pecados son hábitos malos que afectan nuestra vida emocional, física y espiritual. Por lo tanto, debemos reconocerlos y pedirle perdón a Dios, y a la persona que hemos danando para poder ser libres de su poder sobre nosotros. Hoy terminaremos hablando de la pereza. La pereza, según el diccionario, es la “falta de ganas de trabajar o de hacer cosas, propia de la persona perezosa.” Nuestra definición:
Pereza es renunciar a la vida y las relaciones; parece pereza, pero en realidad es apatía. Jesús lo odia porque vino exactamente con el propósito opuesto: darnos una vida rica y satisfactoria.
Apatía es un desinterés y falta de motivación o entusiasmo. En otras palabras, que no nos importa. No tenemos el suficiente interés para mantener las relaciones en nuestras vidas, ya sean familiares o amistades. Por la pereza o apatía renunciamos a estas relaciones y hasta al mismo hecho de vivir la vida. Dorothy Sayers, autora de Los otros seis pecados capitales dice: “Es el pecado que no cree en nada, no se preocupa por nada, no busca saber nada, no interfiere con nada, no disfruta de nada, no ama nada, no odia nada, encuentra propósito en nada, vive para nada, y sólo permanece vivo porque no hay nada por lo que moriría.” ¡Esa es una buena definición de apatía, por consiguiente, de la pereza! Y en la cultura sobreestimulada de hoy se ve más frecuentemente que nunca. ¡Se puede ver que están golpeando a alguien y nadie hace nada! Y esto es un pecado porque va en contra del propósito por el cual vino Jesús. El vino para darnos una vida rica y satisfactoria como dice Juan 10:10: “El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.”
Jesús nos da una vida plena y abundante porque Él nos da Su amor (Juan 15:9), nos da Su Espíritu Santo (Juan 16:13-14) y nunca nos dejará ni nos desamparará (Hebreos 13:5). Es más, Él nos da una salida cuando somos tentados (1 Corintios 10:13) y sobre todo, Jesús nos da vida eterna (Juan 3:16). ¿Qué más queremos? ¡Nos ha dado todo! Y por lo tanto debemos darlo todo. Y la pereza nos hace hacer lo contrario. Nos hace vivir sin nada, solos. Lo opuesto a lo que debe ser la fe genuina.
La imagen de la fe genuina no es la de monjes escondidos en sus monasterios, sino más bien de hombres y mujeres comprometidos con su mundo.
No se trata de vivir aislados. Se trata de salir fuera de nuestras cuatro paredes y entrar en acción. Se trata de comprometernos con nuestro mundo. En Hebreos hay un pasaje que se le titula “El salón de la Fama de la fe”. Aquí se encuentran todos esos personajes bíblicos que se comprometieron con Dios y con su mundo. Vemos que dice que debido a esta fe, a la fe que“demuestra la realidad de lo que esperamos; es la evidencia de las cosas que no podemos ver”(Hebreos 11:1), Noé construyó un barco (v7), Abraham dejó su hogar (v8), Moisés luchó por su pueblo (v26) Y estos tres ejemplos y otros personajes que se mencionan en el siguiente pasaje, entendieron que hay más en esta vida y eso es lo que los motivó a actuar. Hebreos 11:32-34 sigue diciendo: “¿Cuánto más les tengo que decir? Se necesitaría demasiado tiempo para contarles acerca de la fe de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y todos los profetas. Por la fe esas personas conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon de morir a filo de espada. Su debilidad se convirtió en fortaleza. Llegaron a ser poderosos en batalla e hicieron huir a ejércitos enteros.”
Hubiera sido fácil quedarse de brazos cruzados y no hacer nada. Especialmente cuando los demás te hacen burla en vez de ayudar como fue el caso de Noe. No, al contrario, se enfrentaron a los obstáculos con valentía. No se quedaron acostados, si no que se levantaron y actuaron. Y es que Dios busca hombres y mujeres comprometidos con su mundo, que ven la necesidad espiritual que hay y actúan. Que ven al caído y van y lo levantan. Que ven al hambriento y lo alimentan; al desnudo y lo arropan. ¡Personas que se sacuden la pereza y actúan! El perezoso diría: “con solo leerlo me canso”. Pero si no luchamos contra esta pereza, contra este pecado nunca haremos nada. Pidele perdon a Dios por la pereza y empeza a vivir por fe, a haber las cosas que todavía no pasan como realizadas. Una vez que le pides perdón, toma el “antídoto” contra este pecado.
El antídoto para la pereza es participar intencionalmente en el mundo, y la recompensa es el gozo. Jesús es nuestro máximo ejemplo de este tipo de propósito apasionado.
Estar comprometidos con nuestro mundo a propósito y deliberadamente es lo opuesto a la pereza y esto nos lleva al gozo verdadero y duradero. Conviértete en un héroe más del “Salón de la fama de fe” del libro de Hebreos sacudiendo la pereza y participa haciendo algo para el bien de otros. Al cambiar tu inercia por acción tendrás la oportunidad de desarrollar las habilidades que Dios te ha dado. Pablo, el autor del libro de Hebreos dice que “Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante” (Hebreos 12:1). ¡Barbaridad! Nos están viendo desde el cielo un montón de testigos y que vergüenza que el pecado de la pereza nos haga tropezar fácilmente para que no corramos la carrera de Dios. Pero motivate siguiendo los pasos de Jesus. Él es nuestro modelo por lo tanto lograremos correr esta carrera. Pablo sigue diciendo que “Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. … Piensen en toda la hostilidad que soportó por parte de pecadores, así no se cansarán ni se darán por vencidos” (Hebreos 12:2-3).
Si ves como Jesus si es nuestro máximo ejemplo de alguien que no se apartó y retrocedió. No dejó que nada lo apartara de su propósito a pesar de que era algo dificilísimo y doloroso. Dice que lo soportó todo por el gozo que le esperaba. El gozo de volver a estar con el Padre en Su Trono al cumplir y terminar su misión. Pero más que eso, el gozo de saber que por su sacrificio y a través de su muerte en la cruz nosotros seríamos salvos y un día estaremos con Él, junto al Padre en el cielo también.Asi que aferrate a Jesus, el campeon, que decidió dejar su Reino y su comodidad por morir por nosotros. Cuando mires solo a Jesus, y dejes de ver los errores de los demás, entonces no te cansaras ni te darás por vencido. Podrás vencer la pereza actuando y haciendo algo por los demás, al igual que Jesus hizo por nosotros. No dejes que la pereza te haga apático e indiferente a las necesidades de los demás. El autor de Los siete pecados capitales dice, dice que “Lo opuesto al amor no es odio, es la indiferencia. Si la indiferencia está en el meollo de la pereza, entonces la pereza es enemiga del amor, lo que la convierte en enemiga de lo mejor que hay: el corazón de Dios, el corazón que late en el centro del universo.”. Esta cita es muy fuerte, pero dice la verdad porque eres indiferente, o sea, si nada te importa, es porque no amas, y si no amas no conoces a Dios como dice 1 Juan 4:8 ”pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.” Dios en sí es amor.Así que cuando no nos preocupamos por los demás estamos diciendo que no amamos y por lo tanto no somos de Dios. Por nuestras acciones demostramos que le pertenecemos a Dios. No podemos solo podemos decir que somos cristianos pero sin hacer obras en este mundo.
Dios nos muestra que nuestra fe debe estar activa. La fe debe ir mano a mano con las acciones. Santiago dice: “¡Qué tontería! ¿Acaso no te das cuenta de que la fe sin buenas acciones es inútil?” (Santiago 2:20). Y Tito lo reitera diciendo: “Los nuestros tienen que aprender a hacer el bien al satisfacer las necesidades urgentes de otros; entonces no serán personas improductivas” (Tito 3:14). Fíjate qué fuerte las palabras de estos dos escritores bíblicos. Santiago dice que la fe sin obras es inútil o sea que no te vale para nada tu fe si no actúas. Tito dice que si no aprendemos a suplir las necesidades de otros somos personas improductivas o sea que gastamos oxígeno por gusto. Dejemos la pereza a un lado y convirtámonos en representantes dignos de Dios en esta tierra comprometiéndonos a servir y marcar la diferencia. Asi, los demás verán que nuestra fe es viva y que le pertenecemos a Dios al actuar en amor siguiendo el ejemplo de Jesus.
Esperemos que esta serie te haya ayudado a darte cuenta si sufres de uno o más de estos pecados. Sobre todo que te arrepientas y tomes los pasos necesarios para sacarlos de tu vida. Recuerda el tema principal de toda esta serie: los siete pecados capitales son malos hábitos que destruyen nuestra capacidad de amar a Dios, a los demás y a nosotros mismos. Además, los siete pecados capitales no es una lista para evitar que aprovechemos al máximo la vida sino, lo contrario. Llegamos a vivir la vida al máximo cuando conquistamos el pecado. La vida se vuelve rica y satisfactoria o sea “plena y abundante”. Sobre todo, podemos amar más a Dios y por consiguiente podemos amar más a los demás. Llegamos a involucrarnos en nuestro mundo, pase lo que pase, por el gozo que tenemos ante nosotros que es vivir por la eternidad con Jesús