Todos conocemos a personas que son egoístas y egocéntricas, y somos así más de lo que nos gustaría serlo. Uno de los subproductos amargo del egoísmo es que destruye buenas relaciones satisfactorias.
El egoísmo es la raíz del pecado
El egoísmo se encuentra en el corazón de la condición caída del ser humano. Desde Adán y Eva, hemos afirmado que sabemos más que Dios. Queremos decidir lo que es correcto y mejor sin hacer referencia a Dios. Cuando rompemos la ley de Dios, elevamos nuestros deseos y nuestra voluntad por encima de la voluntad de Dios. Esta es la esencia del pecado: nos hacemos el punto fundamental de referencia para la vida en lugar de Dios.
Este mismo espíritu se expresa en las relaciones. En muchos sentidos, nos hacemos a nosotros mismos el punto máximo de enfoque en relación con otras personas. Elevamos nuestra voluntad, nuestras opiniones, nuestra comodidad, nuestros sentimientos (y más) por encima de los deseos, pensamientos y necesidades de las personas que nos rodean.
Palabras que describen al egoísmo
El idioma español tiene muchas palabras para “egoismo” como testigo de lo universal que es el egoísmo humano. Una persona puede ser arrogante, egoísta, ensimismada, egocéntrica, presumida, vanidosa, auto-importante, ególatra, codiciosa, ambiciosa, avara, mezquina, tacaña, desagradecida, orgullosa, narcisista, auto-indulgente, ostentosa, o presuntuosa . Cada una de estas palabras tiene un matiz diferente, pero todas ellas se refieren a ponernos a nosotros mismos en primer lugar.
Asimismo, la Biblia utiliza una variedad de palabras y construcciones para describir el egoísmo, incluyendo arrogante (Tito 1:7); ambición egoísta (Santiago3:14-16); vanagloria Filipenses 2:3); amadores de sí mismos (2 Timoteo 3:2); exigentes 1 Corintios 13:5); agradarnos a nosotros mismos (Romanos 15:2); buscar nuestro propio bien (1 Corintios 10:24). Estos rasgos no se presentan en la Biblia de una manera positiva, pero siempre a modo de advertencia,
Expresiones de egoísmo
Todos estamos familiarizados con personas que son abiertamente egoistas: aquellas personas groseras, desconsideradas y prepotentes que no son sutiles en hacer conocer su voluntad. Muchos de nosotros somos más refinado en nuestro egoísmo. Utilizamos tácticas más sutiles para influir en los demás – como la culpa o la presión de grupo. Encontramos la manera de maniobrar una situación para que nos favorezca.
El egoísmo no se trata sólo de la manera en cómo actuamos. También puede ser lo que no hacemos, como safarnos de un problema para otra persona lo resuelva o desaparecer cuando se necesita ayuda. También viene a través de nuestras palabras, cuando hablamos lo que pensamos sin considerar el efecto que nuestras palabras pueden tener en los demás, o cuando hablamos demasiado o dominamos una conversación. El egoísmo es una cuestión de actitud. Por ejemplo, puede que dejes que otros hagan lo que quieren, pero por dentro te resientes y te amargas. Cuando no consigues lo que quieres, o cuando otros reciben el crédito, te quejas o haces pucheros.
Incluso las personas que sirven a los demás pueden ser egoístas. A veces las personas son atentas con el fin de ganar la simpatía, o quieren demostrar lo valiosas que son al ser indispensables. Pueden no ser muy asertivas de sus propios derechos, pero pueda que constantemente están llamando la atención a sus problemas o dolores. El egoísmo puede ser muy sutil e insidioso en el nivel de nuestros motivos. Un espíritu egoísta irónicamente puede infectar incluso las acciones más altruistas. Podemos estar sirviendo a los demás, dar nuestro tiempo, recursos y energía, y al mismo tiempo estar preocupados queriendo hacernos notar o ser admirados, o sentirnos superior a los demás.
Para aprender un poco más, consulta el artículo “Superando el egoísmo“.