La primera verdad fundamental nos enseña que necesitamos a Jesús para resolver el problema del pecado. Sin embargo, algunas personas piensan, “Vamos, no soy perfecto, pero ¿será que mi pecado realmente puede impedirme tener una relación con Dios?”
Mientras que la mayoría diría que el pecado es algo de evitar, hay una gran cantidad de ideas diferentes al respecto. A veces puede ser difícil saber qué tan seriamente debemos tomar nuestro pecado, especialmente los pecados menos significativos. Debido a que todos los pecados – grandes y pequeños – nos separan de Dios, tenemos que tomar en serio nuestro pecado. Dios también lo hace; es por eso que Jesús murió por nuestros pecados, y por eso que un fundamento para buscar de Dios es seguir a Jesús.
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¿Qué es el pecado?
Pecamos cuando elegimos nuestro propio camino en lugar del de Dios. Esta elección sucede cuando confiamos o actuamos en nuestras propias opiniones o sentimientos en lugar de la verdad de Dios tal como se revela en la Biblia. Podemos tomar estas decisiones en una amplia variedad de situaciones de la vida. La Biblia también explica algunos de los resultados del pecado, o de elegir nuestro propio camino. En Gálatas, Pablo enumera algunos de los resultados del pecado.
Gálatas 5:19-21 Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios.
La mayoría de nosotros probablemente tendría que admitir que hemos hecho algunas de estas cosas. Pero en el Evangelio de Mateo, Jesús aclara lo califica como pecado al hacer referencia a dos de los diez mandamientos, teniendo en cuenta el conocimiento de su audiencia sobre el pecado y subiendo la medida aún más alta.
Mateo 5:21-28 “Han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No asesines. Si cometes asesinato quedarás sujeto a juicio”. Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! … “Han oído el mandamiento que dice: “No cometas adulterio”. Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.
Según Jesús, el pecado comienza mucho antes de que nuestros pensamientos nos lleven a la acción. Incluso en nuestro pensamiento, todavía podemos elegir nuestro propio camino antes que el de Dios, y todos hemos pecado más de lo que pensamos. Pablo apoya esta idea en Romanos 3:23 donde dice: “Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios.” Las palabras de Jesús muestran que cuando nos medimos contra las normas del mundo, todavía quedamos corto a la altura de los estándares de Dios.
¿Cuál es el estándar de Dios?
El estándar de Dios es que seamos perfectos. Jesús dijo: “Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto” Mateo 5:48). El estándar de Dios no es la definición de lo perfecto del ser humano; este estándar requiere que seamos perfectos de la misma manera que Dios es perfecto.
El estándar de Dios es tan alto porque es perfectamente santo, y nada menos puede entrar en su presencia. Si somos menos que perfecto, no podemos conectarnos con Dios o estar con él en el cielo.
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Por lo tanto, el estándar de Dios y la norma del mundo son muy diferentes. Puede que no sea “tan malo” según los estándares del mundo, pero no damos a la medida de los estándares de Dios.
El profeta Isaías fue testigo de este contraste entre el pecado y la santidad perfecta de Dios a través de una visión de parte de Dios en el cielo. Isaías dijo: “… Vi al Señor. sentado en un majestuoso trono, y el borde de su manto llenaba el templo” (Isaías 6:1). Los ángeles que le asisten proclamaban: “Santo, santo, santo es el Señor…” (Isaías 6:2). Viendo Isaías esta escena, aumenta la conciencia de su condición de pecado: “¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros; sin embargo, he visto al Rey, el Señor de los Ejércitos Celestiales” (Isaías 6:5). Incluso Isaías, un profeta, no podía estar en el cielo con Dios por sus propios méritos.
La cantidad más pequeña del pecado no es capaz de vivir en la presencia de la santidad perfecta de Dios. Si Dios permite que tu mínima cantidad de pecado – un pensamiento de ira o una decisión egoísta – entre al cielo, eso sería injusto y sin amor, una acción que iría en contra de la santidad de Dios. Como parte de su perfección, Dios se ocupa de todo pecado justamente ya sea grande o pequeño.
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¿Cuál es la solución?
El pecado crea una brecha insalvable entre nosotros y Dios, y la situación es mucho más grave de los que sugerirían los estándares mundanos. Afortunadamente, Dios tiene una forma propicia para tratar con nuestro pecado justamente. Después de vivir una vida perfecta de servidumbre, la muerte de criminal de Jesús en la cruz no fue por sus pecados, sino por los nuestros. Debido a este sacrificio, podemos entrar en la presencia de Dios si seguimos a Jesucristo.
Contenido escrito (en inglés) para este tema por Amanda Walker.
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- ¿Cuál es un ejemplo de una forma en la que elegiste tu propio camino en lugar del de Dios en tu vida? ¿Cuál fue el resultado?
- ¿Dónde encuentras el estándar del mundo sobre “suficientemente bueno?” ¿Cuál es la mejor respuesta a este estándar mundano como cristiano?
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