Con “Ezequiel y los huesos secos” terminamos la serie “Por si te lo perdiste” En esta serie tratamos de llenar los vacíos en tu conocimiento del Antiguo Testamento, cubriendo las cosas que pueda que te perdiste en la Escuela Dominical.
Ezequiel era un sacerdote de Dios que vivía en el exilio. Dioslo escogió para que le profetiza al pueblo de Israel. Israel se había apartado de Dios y había ido demasiado lejos en sus muchos pecados. Había pasado generaciones de infidelidad a Dios. Pero Él fue extremadamente paciente con ellos. Mas todo pecado tiene consecuencia y eventualmente Israel perdió su bendición. Ellos fueron enviados al exilio. Un gran número de ellos vivió en cautiverio en tierras extranjeras. Aquí entra en juego Ezequiel quien le habla a los exiliados que están lejos en Babilonia y Persia para darles esperanza del futuro.
Hoy nos centraremos en el Ezequiel 37 donde se narra una visión que tuvo Ezequiel de parte de Dios. En ella cuenta cómo fue llevado por Dios a un valle lleno de huesos completamente secos. Imagínate este panorama: huesos humanos, muertos, secos y casi fosilizados. A algunos este cuadro les daría miedo. Pero no es una historia de terror. Estando allí, Dios le pregunta a Ezequiel: “—Hijo de hombre, ¿podrán estos huesos volver a convertirse en personas vivas?” y él le contesta: “—Oh Señor Soberano—respondí—, solo tú sabes la respuesta.” (3). Después, Dios le dice que les profetice a esos huesos diciendo: “¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor! Esto dice el Señor Soberano: ‘¡Atención! ¡Pondré aliento dentro de ustedes y haré que vuelvan a vivir! Les pondré carne y músculos y los recubriré con piel. Pondré aliento en ustedes y revivirán. Entonces sabrán que yo soy el Señor’”. (v 3-6). Y mira lo que dice Ezequiel que pasó: “De repente, mientras yo hablaba, se oyó un ruido, un traqueteo por todo el valle. Se juntaron los huesos de cada cuerpo y volvieron a unirse hasta formar esqueletos enteros. Mientras yo observaba, vi que se formaron músculos y apareció carne sobre los huesos. Después se formó piel para recubrir los cuerpos, pero aún no tenían aliento de vida.(v 7-8). ¡Asombroso! Y para ser sincero, es un poco escalofriante estar viendo como esos huesos empiezan a unirse y a formar esqueletos humanos. Y no solo eso, ¡si no que empiezan a aparecer órganos, articulaciones, músculos, carne y piel! Cada esqueleto forma un cuerpo. Cada cuerpo es un cadáver humano. ¡Las películas de zombie ni se le acercan a esta escena que Ezequiel está viendo!
Nota que Ezequiel señala el hecho de que aunque estos huesos se forman en cuerpos humanos todavía no tienen vida. Y es que solo Dios es el dador de la vida. Él es quien da el aliento de vida. Esto lo vemos cuando le dice a Ezequiel que profetice de nuevo sobre los cuerpos diciendo lo siguiente: “….“Esto dice el Señor Soberano: ‘¡Ven, oh aliento, ven de los cuatro vientos y sopla en estos cuerpos muertos para que vuelvan a vivir!’”.(v 9). Así que él lo hizo y “todos volvieron a la vida y se pusieron de pie; era un gran ejército.” (v 10). Muchos se estarán preguntando ¿pero que con esto? Pues que este era en realidad un mensaje animado para el pueblo de Israel que está en el exilio.
Dios le dice a Ezequiel el significado de esta visión: “…estos huesos representan al pueblo de Israel. Ellos dicen: “Nos hemos vuelto huesos viejos y secos; hemos perdido toda esperanza. Nuestra nación está acabada”. Por lo tanto, profetiza y diles: “Esto dice el Señor Soberano: ‘Oh pueblo mío, abriré las tumbas del destierro y haré que te levantes. Luego te regresaré a la tierra de Israel. Cuando eso suceda, pueblo mío, sabrás que yo soy el Señor. Pondré mi Espíritu en ti, volverás a vivir y regresarás a tu propia tierra. Entonces sabrás que yo, el Señor, he hablado y que he cumplido mi palabra. ¡Sí, el Señor ha hablado!’” (v 11-14). Dios les está dando palabras de ánimo a su pueblo que por haberse apartado de Él fue llevado al exilio forzado.
El corazón de Dios para su pueblo es uno de renovación, no de destrucción. Su motivo principal para esto es demostrar la grandeza de su nombre al mundo que lo observa.
A pesar de que su pueblo se apartó, Dios los seguía amando. Regresemos al capítulo 2 de Ezequiel. Allí vemos que Dios llama a Ezequiel y lo envía a la nación de Israel, “un pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus antepasados se han puesto en mi contra hasta el día de hoy. Son un pueblo terco y duro de corazón.” (Ezequiel 2:3-4). Esas son las palabras que usó Dios para referirse a Israel. Este pueblo, a pesar de que estaban sufriendo por sus pecados en tierra extraña, seguían portándose mal con Dios. Sin embargo, en su amor quería renovarlos y darle aliento nuevo. Él quería que su esperanza se renovará porque El si los regresaría a su tierra. El no quería ni quiere destruir a Su pueblo. Es por nuestras malas decisiones y/o nuestros pecados que vienen cosas malas porque todo tiene consecuencias. Pero en el corazón de Dios siempre ha estado nuestro bienestar y no nuestra destrucción.
Otra razón por la que Dios quiere renovar y restaurar a su pueblo es porque quiere demostrar la grandeza de su nombre al mundo que lo observa. El mismo Dios lo dice: “Mostraré cuán santo es mi gran nombre, el nombre que deshonraron entre las naciones. Cuando revele mi santidad por medio de ustedes ante los ojos de las naciones, dice el Señor Soberano, entonces ellas sabrán que yo soy el Señor. Pues los recogeré de entre todas las naciones y los haré regresar a su tierra.” (Ezequiel 36:23-24). El los usará a ellos mismos para que Su nombre sea honrado por todas las naciones. A través de las obras que haga en ellos es que Su gran nombre será conocido, temido y glorificado. Pero para que esto suceda, el pueblo necesita reconocer que estaban mal y en pecado.
Tu parte en la renovación espiritual es admitir que tienes un problema. Dios está trabajando activamente para abrir tus ojos para que no sigas tu camino miope donde buscas la satisfacción propia.
Israel tenía un problema real: había roto el pacto hecho con Dios. Sufrían toda clase de calamidad (hambre, maltrato, etc.) viviendo en exilio. Dios usó a varios profetas antes de Ezequiel para tratar de que se dieran cuenta de su necesidad. Eso implicaba volver. al pacto que hicieron con Él. Además, implica reflexionar sobre su comportamiento pasado y reconocer que no era el correcto. A menudo esto implicaba mirar hacia adelante; a lo que podría suceder en el futuro si no dejaban su pecado. Dios. Usualmente, esto debe despertarnos y abrir nuestros ojo al pecado y admitir que hemos pecado. Ese es el motivo por el cual Dios permite “el exilio” (o lo que estés pasando) para llevarnos a ese lugar de realización para que no sigamos como miopes en nuestro camino buscando nuestra propia satisfacción. Vamos por la vida como sordos y miopes a lo que dice Dios con tal de hacer lo que a nosotros nos satisface. Los “exilios” de la vida nos hacen abrir los ojos y reconocer que vamos por un camino erróneo..
Eso fue lo que hizo Israel. Ellos reconocieron que eran como “huesos viejos y secos…” y había “..perdido toda esperanza…” y que su nación estaba aniquilada (v. 11). En otras palabras, reconocen que no había vida en ellos, y como un fósil solo eran una reliquia del pasado. No tenían ni esperanza ni tierra propia. Habían tocado fondo. Cuando se toca fondo, al igual que le pasó a Israel, se pierde toda esperanza. Por eso Dios le dio a Ezequiel esta visión para darles esperanza. Dios quería que entendieran que cuando fallamos (y todos hemos fallado, fallamos y fallaremos) pero nos arrepentimos, Él está allí para renovarnos y restaurarnos. Mira lo que Dios nos dice en Isaías 57:15: “El Alto y Majestuoso que vive en la eternidad, el Santo, dice: «Yo vivo en el lugar alto y santo con los de espíritu arrepentido y humilde. Restauro el espíritu destrozado del humilde y reavivo el valor de los que tienen un corazón arrepentido.” Así que toma ánimo y ten en mente que Dios siempre está presente en nuestro lugar de quebrantamiento para restaurar, renovar y revivir a “aquellos con corazones arrepentidos.” No te quedes tocando fondo cuando peques. Recuerda que Dios mismo hace la obra renovadora en nosotros.
Dios mismo hace la verdadera obra de renovación espiritual. Él hace esta obra a través de la cruz de Jesús y a través del Espíritu Santo.
El capítulo 37 trata de manera muy significativa el poder de Dios. Dios le pregunta: “¿Pueden estos huesos volver a convertirse en personas vivas?” En otras palabras, ¿es posible que la vida se restaure de la muerte? En este contexto: ¿es posible que la nación de Israel reviva? Ezequiel realmente no lo sabe, al menos no todavía. Mas Dios planteó esa pregunta por una razón. Los huesos, científicamente, no pueden volver a convertirse en personas vivas por sí mismos. Pero cuando Dios interviene, ¡cualquier cosa puede suceder. ¡Todo es posible para Dios y sus promesas no son vacías, porque él tiene el poder de cambiar nuestras vidas!
En la profecía dada a los huesos secos, y por consiguiente a Israel, Dios les hace unas cuantas promesas. Promete poner aliento en ellos (v5)., carne y músculos sobre ellos (v6, )abrir las tumbas (v12), hacer que se levanten (v12), regresarlos a la tierra (v12) y poner Su Espíritu en ellos. (v14). Además, les dice; “los rociaré con agua pura y quedarán limpios. Lavaré su inmundicia y dejarán de rendir culto a ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo. Pondré mi Espíritu en ustedes para que sigan mis decretos y se aseguren de obedecer mis ordenanzas.” (v 25-27).
Esta renovación llegó años más tarde a través de Jesús. Él vino a morir en la cruz del calvario para que a través de su sangre y sacrificio en la cruz podamos tener vida eterna. Cuando venimos a Él y lo hacemos Señor de nuestras vidas, Él nos lava completamente quitando nuestros pecados. Luego, el Espíritu Santo viene a vivir dentro de nosotros y nos constrite de pecado. Es porque el Espíritu vive dentro de nosotros que podemos reconocer cuando pecamos y nos arrepentimos. Es solo a través de Jesus que tenemos vida al igual que aquellos huesos secos. Jesús mismo lo dijo en Juan: “Les digo la verdad, todos los que escuchan mi mensaje y creen en Dios, quien me envió, tienen vida eterna. Nunca serán condenados por sus pecados, pues ya han pasado de la muerte a la vida. Y les aseguro que se acerca el tiempo—de hecho, ya ha llegado—cuando los muertos oirán mi voz, la voz del Hijo de Dios, y los que escuchen, vivirán.” (Juan 5: 34-25).
Entre esos muertos estábamos tú y yo. Nosotros éramos esos huesos secos sin vida y sin esperanza. Mas Jesús nos habló y oímos su voz. Todo esto fue posible porque el Padre mandó a su Hijo a dar su vida a cambio de la nuestra. Así que nuestra respuesta diaria a tan gran regalo es vivir para honrar a Dios. Esto lo logramos a través del Espíritu Santo que vive dentro de nosotros. Y cuando fallemos, admitámoslo y pidámosle perdón a Dios quien siempre nos da esperanza de vida y está dispuesto a renovarnos.