Todo el día, todos los días, la cultura que nos rodea del mundo secular nos está bombardeando continuamente a través de las redes sociales, los medios de comunicación, libros, etc. Tal cultura está reforzando tus valores y creencias. Pero cuando se compara con la Palabra de Dios, gran parte de lo que escuchamos resulta ser información errónea y peligrosa. En ninguna parte es esto más evidente que en lo que el mundo nos dice acerca de la familia. 1 Pedro 3 aborda los roles del hombre y la mujer en el matrimonio, junto con las relaciones en la iglesia como un todo. Lo que enseña Pedro puede sonar extraño en comparación con las normas prevalecientes de la sociedad. Pero si estamos dispuestos a tomar decisiones que van contra la corriente, Pedro nos ofrece una mejor manera.
Nuestra cultura dice “Yo me mando solo”. La Biblia dice “Sométanse a la autoridad”.
La cultura secular otorga un alto valor a la autonomía personal. La gente no quiere que nadie les diga qué hacer. Se apresuran a rechazar la autoridad si sus líderes no apoyan sus preferencias. Por el contrario, la Biblia enseña que los sistemas de autoridad son establecidos por Dios para ayudar a los seres humanos a prosperar. Aunque sean imperfectos, debemos respetar y someternos a las autoridades que Dios ha puesto sobre nosotros. En el capítulo 2, esto incluye a las autoridades gubernamentales. La excepción es cuando las autoridades exigen algo contrario a la palabra de Dios (Hechos 5:29).
En el capítulo 3, el enfoque cambia al liderazgo en la familia, donde se espera que las esposas sigan el ejemplo de sus esposos (1 Pedro 3:1-2). La palabra “sumisión” significa “colocarse voluntariamente debajo de otro””. Eso significa que no se trata de quién es superior o inferior, sino que es simplemente un arreglo para poner orden en la vida familiar. Entonces, en lugar de buscar la autonomía de su esposo, o sea mandarse sola, una esposa debe buscar ser una jugadora de equipo apoyando su liderazgo.
Veremos a continuación que hay dos caras en esta moneda. En el versículo 7, los esposos están llamados a actuar de manera que sea fácil para sus esposas someterse. El principio más amplio se encuentra en Efesios 5:21, donde se les dice a los esposos y esposas que se “sometan unos a otros en el temor de Cristo”. Tanto los esposos como las esposas se rinden el uno al otro, pero de diferentes maneras. Pero, ¿y si tu esposo no es un seguidor de Jesús? Aun así, sometete, siempre y cuando no vaya contra la Palabra de Dios. Pedro anima (2) que el comportamiento y la actitud piadosa de una esposa pueden hacer mucho para ganárselo para Jesús.
Nuestra cultura dice: “La belleza es superficial”. La Biblia dice: “La belleza es interna”.
La cultura popular está obsesionada con la belleza externa. Cada año se gastan millones de dólares en productos de belleza y se realizan más de 15 millones de cirugías estéticas al año. Las mujeres persiguen modas y tendencias de belleza en constante cambio. Lucir lo mejor posible no está mal. Pero el ideal de belleza de la cultura a menudo es oprimente para la mujer común. Pedro apunta a una mejor manera.
Pedro señala que el carácter personal crea un encanto interior que es mucho más importante que la belleza superficial. Específicamente, menciona “un espíritu tierno y sereno” (4). No se trata de un determinado tipo de personalidad, ni de llamar a las mujeres a ser tímidas o pasivas. La Biblia da muchos ejemplos positivos de mujeres fuertes y exitosas, pero la belleza interior va más allá de estas cualidades. Y Pedro les recuerda a las mujeres con esposos no cristianos que no serán ganados a la fe por el atractivo exterior, sino por la belleza interior de un carácter ejemplar.
Nuestra cultura dice: “El patriarcado es malo”. La Biblia dice: “Existen hombres de Dios”.
Muchos en nuestra cultura creen que el liderazgo masculino es simplemente una excusa para subyugar a las mujeres. Lamentablemente, muchos ejemplos en la historia estadounidense, incluida la cultura de la iglesia, respaldan este punto de vista. Durante gran parte de nuestra historia, las mujeres no podían poseer propiedades de forma independiente ni votar en una elección. El abuso de la autoridad masculina también es muy común en la sociedad contemporánea, desde los directores ejecutivos de los medios que explotan sexualmente a sus subordinados hasta los hombres que abusan física y verbalmente de sus esposas.
El enfoque bíblico es que el liderazgo masculino no tiene por qué ser tóxico. Los hombres de Dios lideran de manera diferente. Pedro llama a los hombres a “honrar” (dar honor) a sus esposas (7), estimándolas mucho y expresando lo que ellas valen para ellos y para los demás. Pedro también espera que el esposo la “trate con entendimiento.’(7). En otras palabras, les manda a que traten de comprender a sus esposas. Los hombres necesitan conocer y comprender a sus esposas y guiarlas con sabiduría.
Esto refleja un principio bíblico más amplio de liderazgo. Jesús explicó que es probable que los líderes de cualquier cultura alardeen de su autoridad para controlar a los demás. Pero a Sus seguidores les dijo: “El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente” (Marcos 10:43). Jesús mismo da el ejemplo, porque “no vino para que le sirvan, sino para servir a otros” (Marcos 10:45). ). Los hombres cristianos están llamados a liderar en el hogar honrando, comprendiendo y sirviendo a sus esposas.
Nuestra cultura dice: “los hombres y las mujeres son iguales”. La Biblia dice: “Los hombres y las mujeres son iguales”.
Parece que fuera lo mismo, pero la Biblia le da un sentido diferente al de la cultura actual. Nuestra cultura está dividida en este tema. Algunos actúan como si hombres y mujeres fueran iguales, minimizando las diferencias innatas entre ellos. Otros tratan a las mujeres como inferiores, marginándolas, degradándolas y objetivándolas o sea tratandolas como un objeto. La perspectiva bíblica es que los hombres y las mujeres son diferentes, pero también son iguales ante Dios. El versículo 7 llama la atención sobre una diferencia obvia: los hombres son físicamente más fuertes que las mujeres. Al mismo tiempo, Pedro enfatiza su igualdad, señalando a los hombres que la esposa de uno es una compañera igual al hombre con referencia al regalo de la nueva vida o como dice en el versículo 7: “participa por igual del regalo de la nueva vida que Dios les ha dado” Aunque los hombres y las mujeres tienen roles diferentes, son completamente iguales en su valor para Dios y en el acceso a su gracia. Una vez más, ambos valen lo mismo ante Dios, pero cada uno tiene un rol diferente.
Nuestra cultura dice: “Los cristianos están divididos”. La Biblia dice: “¡Cristianos, únanse!”
Nuestra cultura está desgarrada por divisiones de muchos tipos. Mucha gente espera lo mismo de la iglesia. En lugar de un pueblo de Dios unificado por nuestra identidad común, ven divisiones denominacionales, políticas y sociales que hacen añicos a la iglesia. Pedro expresa la perspectiva de toda la Biblia cuando insta a los cristianos en el v.8 a vivir en unidad, como se describe en los cinco mandatos escritos allí:
- “Todos deben ser de un mismo parecer” – sean de ideas afines; la armonía llega cuando Jesús es el enfoque de todo lo demás en la vida.
- “Tengan compasión unos de otros” – sean comprensivos; preocúpese por los demás lo suficiente como para compartir sus alegrías y penas.
- “Ámense como hermanos y hermanas” – ámense unos a otros; formen lazos de afinidad y afecto compartiendo la vida juntos.
- :Sean de buen corazón” – sean compasivos; respondan de lo más profundo del corazón, en un nivel visceral (desde las entrañas) a las necesidades de los demás.
- :Mantengan una actitud humilde” – sean humildes; no piensen demasiado de sí mismos, pero valoren mucho a los demás.
Cuando contrastamos los valores y las ideas de la cultura con el punto de vista de la Biblia, queda claro que los cristianos están nadando contra la corriente en un torbellino de información errónea. Cuando ponemos en práctica los valores de la Biblia, podemos esperar antagonismo. Pero nuestros matrimonios y relaciones florecerán más cuando sigamos el mejor camino de Jesús.