Aunque la Trinidad es un misterio, se puede definir de una manera muy simple: “Hay un Dios que existe eternamente en tres personas”. Si bien esta paradoja es difícil de comprender, la creemos porque es la única visión de Dios que es fiel a todo lo que Dios ha revelado sobre sí mismo en la Biblia. Esa revelación comienza con la unidad de Dios.
La Trinidad comienza con el concepto, profundamente arraigado en las Escrituras judías, de que hay un solo Dios.
El cristianismo nació del judaísmo, que es fuertemente monoteísta, basado en el testimonio de las Escrituras del Antiguo Testamento. Todos los días, los judíos fieles recitaban: “El Señor es nuestro Dios, el Señor uno es”. (Deuteronomio 6: 4). Esta es la convicción que heredaron los discípulos de Jesús y que expresaron en el Nuevo Testamento. Si bien la gente adora a muchos dioses diferentes, solo existe un Dios verdadero. Solo hay un Dios que creó todas las cosas (1 Corintios 8:5-6). Mientras los primeros cristianos luchaban con la identidad de Jesús, nunca vacilaron en el claro entendimiento de que hay solamente un Dios (1 Timoteo 2:5; Romanos 3:30).
En algún momento de la historia cristiana, cada parte clave de la definición clásica de la Trinidad ha sido cuestionada. Una de esas afirma que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son seres separados y distintos. Cada uno tiene su propia existencia independiente. Este error toma en serio la parte de las “tres personas” de la Trinidad, pero se queda corta en el lado de la ecuación de “un Dios”. Esta es una herejía llamada Triteísmo.
El “triteísmo” es una herejía que pasa por alto la unidad de Dios, enseñando que hay tres dioses distintos que trabajan en estrecha colaboración.
Este punto de vista es muy raro en la historia cristiana, porque la enseñanza del monoteísmo en la Biblia es muy clara. Pero una expresión contemporánea es el mormonismo. Enseñan que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo forman una “divinidad”, pero no un solo Dios. Los miembros de la divinidad son uno en propósito o voluntad, pero no en esencia.
Pero en la Biblia, Dios dice: «¡Pues solo yo soy Dios! Yo soy Dios, y no hay otro como yo. » (Isaías 46:9) y Ustedes «son mis testigos: ¿hay algún otro Dios? ¡No!» (Isaías 44: 8). Esta es una declaración absoluta. No hay tres (o más) seres a los que se pueda llamar “Dios”.
Entonces, ¿qué importa que Dios sea uno? ¿Cómo impacta esta verdad teológica en nuestra vida diaria? La respuesta es que la existencia de un solo Dios nos da paz y certeza en un mundo que a menudo puede parecer transitorio y confuso.
La existencia de un solo Dios nos ayuda a dar sentido a la humanidad, la moralidad y la eternidad.
Si solo hay un Dios, entonces solo hay un Creador de toda la raza humana. En el mundo antiguo, cada nación tenía sus propias deidades. Las naciones reclamaron la supremacía sobre otras naciones basándose en la supuesta supremacía de sus dioses. Pero si hay un solo Dios que hizo a todas las personas, entonces toda la humanidad es una (Hechos 17:26). No debemos separarnos en tribus rivales ni reclamar superioridad sobre otros pueblos.
Si solo hay un Dios, entonces solo hay un Señor que tiene la autoridad para establecer un código moral universal (Salmo 96:13). Dado que sólo un Dios gobierna el universo, cada ser humano debe responder ante él, y todos seremos juzgados por el mismo estándar.
Si solo hay un Dios, entonces solo hay un Salvador y un camino a la salvación. En la Biblia, Dios dice: <<Solo yo soy Dios. No hay otro Dios; nunca lo hubo y nunca lo habrá.Yo, sí, yo soy el Señor, y no hay otro Salvador.>> (Isaías 43:11). No hay varios caminos hacia la vida eterna, solo uno, porque Dios es uno.
La Biblia enseña sin lugar a dudas la unidad de Dios. Ese es el punto de partida de la doctrina de la Trinidad.