Esta es la lección #2 de esta serie, y el tema de hoy es un poco controversial. A algunos de ustedes les gustará y otros la odiarán. Este tema retaría el pensamiento de que es mejor ser amigo de tus hijos. Te retará a no que seas su amigo, pero si a que seas disciplinario. Hoy veremos el principio #2: Disciplina con amor.
Existe una paradoja antigua de la crianza de los hijos: los que aman a sus hijos se preocupan lo suficiente como para disciplinarlos.
Contrario a la opinión común de hoy en día, a los hijos se les disciplina porque se aman. Este concepto surgió hace miles de años y surge de Proverbios 13:24 que dice que “Quienes no emplean la vara de disciplina odian a sus hijos. Los que en verdad aman a sus hijos se preocupan lo suficiente para disciplinarlos.” Pero la disciplina aquí no se trata de maltrato. Tienes que tener un plan y ser estratégico cuando se trata de disciplinar a los hijos.
Un padre o madre que no tiene ningún deseo de moldear a su hijo o de prepararlo para el futuro le dice a su criatura; “haz lo que quieras, escribe tus propias reglas. y siguelas. Ojala no te lastimas.” Pero para aquellos que reconocen que su trabajo es moldear a su hijo, entienden la manera en que el mundo funciona. Y prepara a su hijo para este mundo enseñándole consecuencias al mal comportamiento. Así que como un padre o madre disciplinario, que ama a su hijo,toma el tiempo y la energía para planear cómo será estratégico al disciplinar a tus hijos. No lo haces en cólera, ni tomas decisiones a la ligera, sino que piensas bien las cosas.
Contrario a la opinión popular, existe el bien y el mal. Es el trabajo de los padres enseñar esto en el hogar.
Nuestra cultura puede argumentar en contra de este punto. Mas la Biblia enseña que son los padres los que enseñan el bien y el mal en el hogar. La semana pasada, en el principio de la crianza #1 vimos los 10 mandamientos. Se dijo que los primeros 4 mandamientos tratan de amar a Dios y los últimos 5 mandamientos tienen que ver con amar a la gente. Sin embargo, el quinto mandamiento fue dado específicamente para los hijos e hijas. Fue dicho directamente para la unidad familiar. Estos mandamientos fueron una lista de lo que está bien y está mal. Parece como que Dios le está diciendo a sus hijos, quiero que disciernan entre lo que es bueno y lo que es malo. Quiero que aprendan a ser obedientes a lo que es bueno y correcto y quiero que aprendan a rechazar lo que es malo. Luego les dice a los padres que le enseñen esto a sus hijos.
Esto es tan diferente a la cultura actual. Nuestra cultura dice: “no existe lo bueno y lo malo. Niños, sigan su corazón. Hagan lo que quieran hacer.” Sin embargo, este no es el mensaje de los padres que siguen a Dios para sus hijos. Si quieres criar a tus hijos bajo los estándares bíblicos, tienes que enseñarles lo que es bueno y lo que es malo. La Biblia le dice a los padres: “Dirige a tus hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán” (Proverbios 22:6). Esta es una idea de que nuestro trabajo como padres es el de guiar a los hijos en el camino correcto. Es de enseñarles el bien y el mal. Así, al ir creciendo y aprendiendo esto en tu hogar, cuando crezcan y tengan su propio hogar, entenderán como funciona el mundo. Sabrán lo que le agrada y no le agrada a Dios.
Es importante recordar que lo último que se desarrolla en el cerebro de nuestros hijos es el proceso de tomar decisiones. Esta parte del cerebro no se desarrolla hasta principios de los veinte. Entonces, si dejamos que los hijos crezcan como sea, pensando que ellos aprenderán a por si solos,que no necesitas enseñarles, estas muy equivocado, y estás exponiendo a tus hijos al fracaso. Ellos necesitan que les enseñemos a tomar buenas decisiones entendiendo la diferencia entre lo bueno y lo malo. Y eso se aprende con las consecuencias. Aprenden con la disciplina amorosa.
La disciplina amorosa vuelve el corazón de tu hijo hacia Dios. Primero aprenden a honrarte; después aprenderán a honrar a Dios.
Este pensamiento tiene mucho que ver con la ley fundamental de la crianza: Los padres saludables transfieren la responsabilidad de la vida de sus hijos de padres a hijos a través del proceso continuo de madurez. Esta ley funciona de la siguiente manera: la responsabilidad de la vida de tu hijo depende de ti como padre/madre al 100 % pero al ir creciendo el hijo, la responsabilidad se va transfiriendo a él mismo. La meta es que cuando el hijo llegue a la mayoría de edad, él tenga la responsabilidad total, al 100 % de su vida. Esta ley no se puede enseñar sin antes enseñarles la disciplina. El modelo es que el padre es como la figura de Dios en la disciplina del niño cuando este es un pequeñín y no entiende el concepto de Dios. Al crecer el niño, el padre se quita y este hijo ahora le da cuenta total a Dios.
La Biblia dice que “Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella (Hebreos 12:11). Este pasaje no es solo para los hijos, sino que aplica para todos. Te dejamos esta enseñanza con tres principios prácticos que puedes poner por obra al disciplinar a tus hijos. Le llamamos las 3 C de la disciplina amorosa y te ayudarán a ser estratégico al momento de la disciplina.
Las 3 C de la disciplina amorosa: claro, consistente y correctivo.
La primera C significa claro. Y es que como padres debemos ser claros al momento de disciplinar. Debes establecer reglas y expectativas claras y las consecuencias para cada una si se rompen. Tanto tú como tu cónyuge deben estar en la misma página cuando se trata de disciplinar a los hijos. Ambos deben establecer las reglas que quieren que se sigan en el hogar. Adapten cada regla y responsabilidad de acuerdo a la edad de cada niño. Piensen de antemano lo que quieren enseñarle a sus hijos como responsabilidades (cosas que deben hacer en la casa), la manera en cómo te hablan a ti, o como se dirigen hacia los demás, cómo se tratan entre hermanos. Escriban las reglas que esperan que sus hijos obedezcan en casa y/o en público. Sean claros en cuáles son estas reglas y cuales son las consecuencias si las rompen.
La segunda C es ser consistente. En otras palabras cumple la consecuencia que han establecido cada vez que se rompa una regla. Aquí es donde entra en juego el versículo que habla de instruir a los hijos en el camino correcto usando la disciplina amorosa. Porque como padre, te tomará bastante esfuerzo ser consistente en reforzar las consecuencias cuando se quebranta una regla. Esto es vital cuando son pequeños porque te prueban a ver hasta dónde pueden llegar. Les das la mano y se toman hasta el codo. Así que debes ser consistente cada vez que tu hijo rompa una regla implementando la consecuencia para esa infracción.
La tercera y última C es para Correctivo. Asegúrate de que duela amorosamente. No estamos hablando de un castigo físico. Puede ser que le quites el teléfono, o tiempo de jugar videojuegos o de ver tele o Youtube. Debe ser algo que le guste. Cuando creas reglas claras en el hogar, la consecuencia por quebrantar la regla debe doler. Ler lo suficiente para motivarlos a seguir las reglas. Las consecuencias deben disuadirlos de volver a cometer el mismo error. Así es como aprenden entre lo bueno y lo malo. El niño pensará, bueno, no quiero recibir esta consecuencia si rompo tal regla, así que evitaré romperla. Esto no solo lo disciplinara, si no que estará moldeando el carácter de tu hijo.
Así que no temas disciplinar a tus hijos. Más hazlo con amor, haciéndoles ver que lo haces porque quieres que sean personas de bien y que estén preparados para sobresalir en este mundo. No los corrijas cuando estés enojado y/o con palabras groseras que los marcarán de por vida. Usa las 3 C al momento de crear un plan disciplinario en casa. Sé claro al momento de presentar las reglas y las consecuencias si se rompen. También sé consistente cada vez que una regla se rompa. Cumple lo que dijiste que les pasaría si rompían tal regla. Asegúrate de que traiga corrección a la vida de tu hijo.