Un día en la vida ocupada de Jesús (Marcos 1:29-39)

A medida que leemos la Biblia, queda claro que Jesús siempre estaba en movimiento, siempre haciendo algo para ayudar a los demás. Nunca parecía tener un momento de inactividad o descanso. Siempre estaba trabajando incansablemente para ayudar a las personas que lo rodeaban. En Marcos 1:29-39, vemos un día particularmente ocupado en la vida de Jesús, donde demuestra su compasión por las personas heridas y quebrantadas, incluso en medio de una agenda agitada.

Un día ocupado

En Marcos 1:29-34, vemos a Jesús sanando a un hombre poseído por un espíritu inmundo. El hombre estaba tan atormentado que ni siquiera podía hablar, pero Jesús mostró compasión y lo sanó. Este es solo un ejemplo de las muchas veces a lo largo de los evangelios que Jesús puso las necesidades de los demás antes que las suyas. Constantemente se esforzaba por ayudar y sanar a quienes lo rodeaban, incluso cuando eso significaba sacrificar su propio tiempo y energía.

Es fácil quedar atrapado en nuestras propias vidas ocupadas y centrarnos en nuestras propias necesidades y deseos. Pero el ejemplo de Jesús en Marcos 1 nos recuerda la importancia de la compasión y las necesidades de los demás. Es fácil pasar por alto el sufrimiento de los que nos rodean y enfocarnos en nuestros propios problemas, pero Jesús nos muestra la importancia de tender la mano y ayudar a los demás.

Oración matutina

A pesar de su apretada agenda, Jesús siempre hizo tiempo para la oración. En Marcos 1:35-37, vemos a Jesús levantándose temprano en la mañana antes que los demás para ir a orar solo. Aún en medio de un día ajetreado lleno de sanación y enseñanza, Jesús sabía la importancia de renovarse y cargar las pilas a través de la oración.

Como seres humanos, es fácil gastarnos cuando nos entregamos constantemente a los demás. Podemos agotarnos y sentirnos resentidos si no nos tomamos el tiempo para renovarrnos y reenfocarnos. El ejemplo de Jesús nos muestra la importancia de tomar tiempo para orar y conectarnos con Dios. No se trata solo de satisfacer nuestras propias necesidades, sino también de reenfocarnos en la misión y el propósito que Dios tiene para nosotros. Cuando nos conectamos con Dios en oración, recordamos el panorama general y la razón por la que estamos haciendo lo que hacemos.

La prioridad verdadera

En Marcos 1:38-39, vemos la máxima prioridad de Jesús: contarle a la gente la Buena Nueva del reino de Dios. Incluso con toda la sanación y la enseñanza que estaba haciendo, Jesús nunca perdió de vista el panorama general. Sabía que la necesidad más profunda del mundo roto que lo rodeaba era espiritual, no física.

Como cristianos, nuestra máxima prioridad debe ser la misma que la de Jesús: compartir la Buena Nueva del evangelio con un mundo quebrantado. Es fácil quedar atrapado en las tareas y responsabilidades diarias que conlleva ser cristiano, pero siempre debemos tener en cuenta el objetivo final de compartir el evangelio con los demás. No se trata solo de satisfacer las necesidades físicas de las personas, sino también de compartir con ellas la esperanza y la salvación que solo se pueden encontrar en Jesucristo.

Ver también:

• ¿Sana Dios todavia?
• Disciplinas Espirituales
• Propósito